RESEÑA: 1984, DE GEORGE ORWELL
¿Qué opinarías sobre leer un libro a sabiendas de que quedarás traumad@?
La
anterior no es una pregunta retórica… ¡o puede que sí!…
dependería del contexto y del momento en que la misma sea formulada.
No obstante, es aplicable en esta entrada toda vez que voy a hablar
de “1984, de George Orwell”.
Voy
a comenzar realizando un acto de confesión al más puro estilo
católico: “me
fastidiaba leer las reseñas de 1984;
no entendía el porqué es considerada por muchos parte de la
literatura de culto (por no decir clásicos) y que estuviese dentro
del listado de los cien mejores libros de la Literatura Universal.
Toparme con sus distintas portadas fuese en las redes, en librerías
o en páginas webs, me calentaba la sangre.”
, pero ocurrió que decidí leer los cien mejores libros de la
Literatura Universal antes de llegar a la siguiente década de mi
vida.
“1984,
de George Orwell”,
no
es el título más atractivo; tengo serios problemas con los números
como título de una novela, o serie, o película, o cualquier
titulación en general (… y no me pregunten porqué, que yo ni
idea). Es decir, yo no termino de comprender cuál es el afán de
usar números en libros de literatura, o al menos, que usen los
símbolos, ya que no tengo inconvenientes cuando están en letras,
por ejemplo, “Seis de cuervo, de Leigh Bardugo”,
o “Veinte poemas
de amor y una canción desesperada, de Pablo Neruda”,
por mencionar algunos.
Dejando
de lado mi animadversión con los títulos en número (lo siento
Haruki Murakami, sigues relegado junto a tu 1Q84 en mi lista de
pendientes), otra de las razones por las que nunca me sentí atraída
a la lectura de “1984,
de George Orwell”,
es
porque no me gustan las distopías; no las rechazo en su totalidad,
pero les tengo un “miedoso
respeto”
desde que me leí la saga de “Los
juegos del hambre, de Suzanne Collins”
y quedé traumada con la historia de fondo.
Soy
muy ansiosa y el futuro, ese mañana lejano e inexplicable, es la
incógnita que me destroza el corazón y la vida; pensar en el futuro
de la humanidad me genera episodios filosóficos muy nihilistas, y no
creo que sean lo mejor. Así que saber que “1984,
de George Orwell”,
trata
no sobre un futuro, sino sobre un pasado que pudo ser plausible, y
que aún en día nos acecha con hacerse realidad, provocaba en mí un
rechazo quasi total.
Pero
decidí abandonar mi zona de confort y aventurarme en su lectura y
puedo decir que…
¡SÍ, TERMINÉ TRAUMADA!
No
sé que poner aquí, porque sobre “1984,
de George Orwell”,
todo
se ha dicho; si colocas en el barra de búsqueda de Google: 1984, el
resultado será está novela. Desde la información básica en
Wikipedia, hasta reseñas en páginas webs de venta de libros, blogs
de renombre y un largo etcétera. O sea, yo tendría poco que
escribir, más allá de mi impresión con este libro.
Decir
que para ser uno de los cien
mejores libros
de
la Literatura Universal es
una lectura ágil, envolvente eso sí, y asfixiante… ¡muy
asfixiante!
En
el mundo que nos presente George Orwell
la felicidad era un mito, en el que la única victoria posible estaba
en un lejano futuro mucho después de la muerte; la cordura era
cuestión de estadísticas; los hombres son infinitamente maleables
y, el control del pasado depende por completo del entrenamiento de la
memoria.
Es
un mundo dividido en tres superpotencias: Oceanía, Eurasia y Asia
Central. Londres, donde se desarrolla la trama, o lo que queda de él,
viene siendo la capital de Oceanía, que es gobernada por un partido
único, el INGSOC, a través de los Ministerios: del Amor, de la
Verdad, de la Abundancia y de la Paz. La sociedad está dividida en
dos grandes bloques, los miembros del Partido Interno, y los miembros
del partido en general; luego están los proles, como una subespecie
y al final de la cadena, los prisioneros de guerra o esclavos.
Siempre ha habido, hay y habrá una guerra en ese futuro. Controlan
el pasado y han impuesto la Neolengua para manejar aún más a las
personas.
En
ese ambiente opresivo surgen, no obstante, personas que usan la
cabeza, la capacidad de doblepensar, como el protagonista Winston
Smith y su amada Julia, pero los mismos caen presos del sistema pese
a creer firmemente que “si
podemos sentir que merece la pena seguir siendo humanos, aunque esto
no tenga ningún resultado positivo, los habremos derrotado.”
En
escenas puntuales como estas es que no logro meterme en la cabeza
hasta comprender el porqué; y menos sabiendo que el derrotero de la
humanidad pudo ser exactamente ese, u otro aún más cruento, y que
un reluciente mundo antiséptico de cristal, acero y cemento, en el
cual la ciencia y la tecnología se desarrollan a una velocidad
prodigiosa y en donde parece natural que el desarrollo no se
interrumpa, nunca, nunca fuese algo más allá que una ilusión
pasajera… ¡y pecaminosa!
Los
humanos viviríamos solo con la convicción de que mientras seamos
humanos, la muerte y la vida vendrían a ser lo mismo; con la única
diversión de cantar una y otra vez unos versos machucados hasta el
cansancio, creyendo firmemente que se acababan de inventar.
Merced
a mi disgusto personal por este tipo de obras, no se desmerece un
amplio aplauso de pie, porque el manejo del autor es impresionante.
Logra adueñarse de tus sentidos, de transmitir las sensaciones, y de
paso drenar tu alma. Cuando hube terminado de leerlo, quede en un
estado de desencanto con la humanidad tan grande, que me puse a ver
muñequitos infantiles en un intento por recuperar algo de alegría…
¡sí, estoy hiperbolizando!
Recomiendo
su lectura, con reticencias y con advertencias, no creo que sea apto
para lectores susceptibles. Pero si eres un valiente, o simplemente
ya te hieda la vida, como decimos por estos lares, ¡adelante y no te
detengas!
Puntuación:
4/5